Por Georgina Sticco
Hace unas semanas, nuestro gobierno se ha negado a suscribir el Pacto para el Futuro, indicando que las Naciones Unidas “pretenden imponer a los ciudadanos del mundo un modo de vida determinado”. De esta manera Argentina se suma a países como Venezuela, Irán, Corea del Norte, Haití, Guinea Ecuatorial, Somalia y Uzbekistán.
Este Pacto viene en línea a múltiples acuerdos internacionales anteriores. Solo por nombrar algunos tenemos los Objetivos del Milenio, vigentes entre el 2000 y el 2015, que lograron sacar de la pobreza extrema a más de 1.000 millones de personas o reducir la mortalidad infantil a la mitad (el período analizado es de 1990 a 2015). En nuestro continente solo fue cumplido por Canadá, Ecuador y Nicaragua.
A este compromiso internacional le siguieron los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Un acuerdo más complejo, firmado por 189 países, que abordó los aprendizajes de la anterior. Este nuevo acuerdo es el que hoy está vigente, y se los conoce como la Agenda 2030. Su principal lema es “que nadie quede atrás”, haciendo referencia a que solo podemos hablar de desarrollo si todas las personas nos beneficiamos.
En este marco, en septiembre de 2024 los países reconocieron que estamos viviendo un momento histórico de crisis, donde millones de personas están sufriendo, y esto debería ser inaceptable como humanidad.
Así es que surge, de común acuerdo, el Pacto para el Futuro. Este documento cuenta con acciones específicas, que los gobiernos acuerdan abordar. Es interesante que reconoce que la situación a la que llegamos como mundo se debe a nuestras propias decisiones, y sobre todo indica que el principal desafío mundial es la erradicación de la pobreza en todas sus formas y dimensiones, incluida la pobreza extrema.
El Pacto plantea la responsabilidad con nuestras juventudes y generaciones futuras: ¿Qué mundo les vamos a dejar? Aborda temas como el desarrollo sostenible y financiación del desarrollo, la paz y seguridad internacionales, la ciencia, tecnología e innovación y cooperación digital y la transformación de la gobernanza mundial.
En relación a la igualdad de género se reafirma que es un requisito esencial para el desarrollo sostenible, y suma una acción específica, la número 8, que indica “Lograremos la igualdad de género y el empoderamiento de todas las mujeres y niñas como contribución decisiva para avanzar en todos los Objetivos de Desarrollo Sostenible y sus metas”.
Se sostiene que no es posible lograr todo el potencial humano si se niega a las mujeres y las niñas el pleno disfrute de sus derechos humanos y el acceso a oportunidades. Para ello, se sugieren analizar los marcos legales de cada país, y realizar acciones específicas, innovadoras, e invertir en este aspecto.
No firmar este Pacto, es de alguna manera negar esta visión de un mundo donde el desarrollo debe ser inclusivo y equitativo.
Te invito a que sigas nuestras redes de Grow- género y trabajo donde compartimos constantemente datos sobre cómo las desigualdades de género hoy afectan al desarrollo, no solo de las mujeres y las niñas, sino de los países.