Aunque hoy parezca de otra época —o quizás no tanto— a muchas nos preguntaron alguna vez en una entrevista laboral si teníamos pensado ser madres en un futuro cercano. También con quién vivíamos, cómo estaba compuesta nuestra familia y si teníamos hijos o hijas. Estas preguntas, que en algunos casos apuntaban a “romper el hielo,” contienen sesgos de género.
Si en una misma entrevista, un varón contaba que tenía hijos o hijas, es probable que el empleador asumiera que tenía arreglado y resuelto el cuidado, con su compañera o con alguien que iba a hacer por él. La paternidad no altera sustancialmente sus posibilidades en el mercado de trabajo y esto sigue sucediendo.
La maternidad sigue siendo hoy en día un factor que limita las oportunidades laborales de las mujeres. No solo existen desigualdades de acceso entre varones y mujeres, sino también entre las mujeres sin hijos o hijas y quienes tienen tres o más. En este último caso, la diferencia de participación laboral es de 30 puntos.
Según la organización Grow Género y Trabajo, la causa tiene que ver con la persistencia de estereotipos de género que asignan las tareas domésticas y de cuidado a las mujeres. En este sentido, indican que en nuestro país, el 90% de las mujeres realizan este tipo de trabajos, frente al 75% de los varones. Y que además, las mujeres dedican —en promedio— seis horas y media a esta tarea, mientras que los varones algo más que tres horas y media.
Carolina Villanueva, directora de esta organización, advirtió a AIRE sobre la urgente necesidad de repensar las políticas laborales y familiares para reducir la desigualdad.
“Entre las mujeres sin hijos y las que tienen tres, hay una diferencia de participación laboral de 30 puntos porcentuales”, explica Villanueva. “Con el primer hijo, la participación de las mujeres en el mercado de trabajo cae drásticamente, se recupera con el segundo, pero con el tercero vuelve a desplomarse”. En contraste, señala que los varones no experimentan una disminución significativa en su inserción laboral, sin importar cuántos hijos tengan.
Dos factores determinantes: la falta de corresponsabilidad y los prejuicios laborales
Villanueva identifica dos grandes factores que explican esta desigualdad. En primer lugar, dentro de los hogares, los varones no asumen las tareas de cuidado en la misma medida que las mujeres.
“Es nuestro tiempo el que se destina a las responsabilidades de cuidado“, subraya. En segundo lugar, en el ámbito laboral persisten los prejuicios que consideran que las mujeres, por ser madres, están menos comprometidas con el trabajo. “Existe la creencia de que no tenemos la misma dedicación ni disponibilidad que los hombres, lo que genera una clara preferencia por contratar a varones”.
Estas barreras no solo afectan el acceso al trabajo, sino también las posibilidades de crecimiento profesional. “Las mujeres sin hijos pueden dedicar más tiempo al ámbito productivo, mientras que quienes sí los tienen deben hacer malabares entre el trabajo y el hogar, una situación que está profundamente marcada por el nivel socioeconómico y educativo”, comenta.
En este sentido, Villanueva remarca que las mujeres con mayores ingresos pueden delegar el cuidado de sus hijos contratando servicios, como niñeras, mientras que aquellas en condiciones de mayor vulnerabilidad se ven obligadas a abandonar sus empleos.
Cómo pueden mejorar las organizaciones
Villanueva destaca que desde Grow – Género y Trabajo, su equipo acompaña a las organizaciones para mejorar sus procesos y eliminar los sesgos de género en la contratación. “Es importante que las empresas no hagan preguntas invasivas en las entrevistas, como cuántos hijos tenés o si planeás tener más. Estas preguntas pueden derivar en decisiones discriminatorias, aunque no lo parezcan de manera explícita”.
Asimismo, insta a las empresas a desarrollar políticas que favorezcan la participación igualitaria de las mujeres. “Muchas compañías grandes ya ofrecen beneficios relacionados con la maternidad y la paternidad, como licencias extendidas o la posibilidad de reincorporarse al trabajo de manera gradual tras el nacimiento de un hijo, lo que llamamos soft landing,” señala Villanueva.
Sin embargo, considera que todavía falta mucho por hacer. “El costo económico siempre se pone como excusa, pero en realidad, las licencias maternales y paternales no representan un impacto tan grande en el presupuesto de las empresas. Es necesario ver esto como una inversión que también mejora el bienestar y la salud mental de las personas trabajadoras.”
El rol del Estado y la batalla cultural
Villanueva también señala que el Estado tiene un papel crucial en la transformación de las políticas de cuidado. “En Argentina, la Ley de Contrato de Trabajo solo otorga dos días de licencia por paternidad, lo cual es una vergüenza. Algunas provincias, como La Rioja, están mejorando, pero a nivel nacional es necesario discutir un marco regulatorio más equitativo.”
Para Villanueva, el cambio también debe ser cultural. “Hasta que los hombres no se involucren en las tareas de cuidado en igualdad de condiciones, no vamos a alcanzar una verdadera equidad. Esta es una batalla cultural que debe darse tanto en el ámbito público como privado.”
Un mensaje en el Día de la Madre
De cara al Día de la Madre, Villanueva propone repensar la maternidad desde una perspectiva más honesta. “Hay mucho romanticismo en torno a la maternidad, pero es fundamental tener conversaciones más realistas sobre las dificultades que conlleva. Necesitamos más apoyo estatal y empresarial para que las mujeres puedan ejercer su maternidad y desarrollarse profesionalmente sin estar bajo tanta presión.”
Finalmente, invita a las organizaciones a repensar sus políticas de cuidado. “Es fundamental que las empresas apoyen a todas las personas en su rol de cuidadores, tanto a mujeres como a hombres, y que se genere un entorno más armonioso y menos tenso, donde el bienestar y la salud mental sean una prioridad”.