. Ohlalá
En vísperas del Día de la Madre, Georgina Sticco se centra en la relación entre el cuidado y el trabajo para reflexionar sobre cómo impacta en la vida de las mujeres. También, su incidencia en la economía de la sociedad en general. Qué lineamientos se trazan en el mundo.
Este domingo es el día de las madres, y me parece interesante compartirles algunas reflexiones sobre la relación entre el cuidado y el trabajo.
Todas las personas necesitamos de cuidado, desde las infancias hasta las personas adultas, personas que se enferman, personas que tienen una discapacidad, personas que requieren de apoyo de salud mental… Y en general, la mayoría de las personas que realizan estas actividades de cuidado, sean pagas o no, son mujeres.
Esto no se debe a que las mujeres contemos con alguna distinción biológica, sino con un mandato que se construye a lo largo de toda nuestra vida, desde el primer momento en que nos regalan un bebote, hasta los personajes de libros que leemos, o películas que miramos o publicidades que consumimos. Ojo: aprender a cuidar es maravilloso, pero ¿hasta qué punto podemos decir que asumimos este rol de cuidado en libertad? ¿y por qué se le impone sólo a una parte de la población?
Lamentablemente, en nuestro país están insertas en el mercado laboral el 50% de las mujeres y alrededor del 70% de varones. La razón principal para que las mujeres no busquen trabajo asalariado (es decir, a cambio de dinero) son las responsabilidades que asumen de cuidado, que nadie les paga. Distintos estudios muestran que si las mujeres estuvieran insertas en el mercado laboral en la misma medida que los varones, el PBI de los países aumentaría entre un 15 y 20 puntos porcentuales.
Es decir, no solo pierden las mujeres autonomía económica, sino que también pierde la sociedad en su conjunto. Para que sea posible revertir esta situación, los países tienen que generar un entorno apropiado: primero y principal repensar el sistema de cuidados. ¿Qué quiero decir con esto?
Por supuesto que alguien tiene que cuidar. ¿Pero solo las mujeres? ¿Dónde están los varones? ¿Dónde está el Estado? ¿Dónde están los jardines maternales/infantiles, o los geriátricos o los centros de día?
Los documentos como el Pacto para el Futuro, de Naciones Unidas, o el consenso por la Igualdad de Género del G20, que nuestro país se ha negado a firmar, abordan estas temáticas.
En el Pacto para el Futuro se reconoce que estamos viviendo un momento histórico de crisis, en el que millones de personas están sufriendo y esto debería ser inaceptable como humanidad. El documento cuenta con acciones específicas, que los gobiernos que lo firman acuerdan abordar. Según el Pacto, el principal desafío mundial es la erradicación de la pobreza en todas sus formas y dimensiones, y sostiene que no es posible lograr todo el potencial humano si se niega a las mujeres y las niñas el pleno disfrute de sus derechos humanos y el acceso a oportunidades.
Y Argentina no firmó.
Por otro lado, la declaración del G20 tiene como objetivos “la igualdad de género, la autonomía económica y la economía y los sistemas de cuidado del cuidado; eliminar la misoginia y prevenir y poner fin a la violencia de género; e impulsar acciones climáticas sensibles al género”.
Y Argentina no firmó.
En este modelo de país que se está delineado va quedando claro que el cuidado de personas seguirá siendo feminizado y que no se pretende hacer nada para cambiar esta situación.
El cuidar en igualdad parece hoy más un deseo surrealista que una realidad.
Te invito a que sigas las redes sociales de Grow- género y trabajo donde compartimos constantemente datos sobre cómo las desigualdades de género hoy afectan al desarrollo, no solo de las mujeres y las niñas, sino también de los países.