¿Qué tiene que ver la masculinidad con la violencia?
Por Javier Elena y Cristian Treves
El pasado 2 de enero comenzó el juicio por el asesinato de Fernando Báez Sosa, un caso que en 2020 colmó la escena mediática. Mucho fue dicho en su momento, y ahora, tres años después, vuelve a estar en agenda. Desde Grow-género y trabajo, analizamos el caso, para reflexionar sobre lo que este hecho nos permite pensar acerca de las masculinidades que como sociedad estamos promoviendo.
Sin profundizar demasiado en hechos ya conocidos, repasemos: 8 jóvenes están acusados de asesinar a otro a la salida de un boliche, luego de ser retirados del mismo por los agentes de seguridad. De los 8 -todos jugadores de rugby- algunos participan activamente de la agresión, otros observan y alientan. Todos hablan del hecho por whatsapp, algunos lo celebran. Nadie frena.
Este hecho cobró estado público por el trágico desenlace y por la cantidad de imágenes que circularon, cuya brutalidad hizo que para gran parte de la opinión pública sea inexplicable. Desde Grow-género y trabajo consideramos que el crimen sí tiene explicación, y se relaciona con las reacciones que históricamente los varones hemos aprendido como válidas. En ese sentido, la violencia ha sido un recurso para ser utilizado en determinadas situaciones. Eso, sumado a otros factores como la identidad grupal, el clasismo y el racismo, nos dan algunas pautas para comprender lo sucedido.
Pero vamos por partes…
¿Unos pocos violentos?
Llama la atención la brutalidad de las imágenes y la violencia ejercida contra una persona indefensa. Pero antes de llegar a estas situaciones extremas, sería interesante preguntarnos cuál es nuestro vínculo con la violencia. Desde nuestras infancias a los varones se nos inculca que debemos reaccionar ante determinadas situaciones, de forma activa, y que en muchos casos la violencia no solo es un recurso válido, sino alentado. Este aprendizaje lo vemos, por ejemplo, cuando a las niñas se les indica rápidamente que la conducta de agresión hacia otra niña es cosa de varones. Lo cierto es que este tipo de mensajes lo transmitimos todas las personas por igual, por eso decimos que son conductas que se socializan, aprenden y reproducen en nuestra cultura, y que están lejos de ser naturales.
Esto es uno de los aspectos de lo que llamamos masculinidad dominante. Ese conjunto de características, comportamientos, expectativas, que nos definen como varones. Esto no significa que todos los varones reaccionan de forma violenta a ciertas situaciones, pero sí que la violencia funciona como un recurso válido que algunos, en ciertos casos, pueden ejercer para resolver conflictos o garantizar una posición de dominio o poder.
Lo que sí podemos afirmar, es que hay situaciones concretas en las que debemos reaccionar de cierta forma. Y es en esas situaciones donde nuestra masculinidad se pone a prueba.
La importancia del grupo
No nos conformamos como sujetos -ni por lo tanto como varones– en solitario. Más que a uno mismo, es a los otros a quienes hay que demostrar la propia masculinidad. ¿Quiénes son esos otros? Otros varones que comparten los mismos mandatos, cuya mirada nos termina definiendo.
La mirada del grupo de pertenencia, o de los otros en general, condiciona los comportamientos propios. Por esto la importancia del grupo, que en este caso se vuelve evidente ¿Cada uno en solitario hubiese reaccionado de la misma manera? ¿Cómo se explican los chats grupales posteriores al hecho?
¿El deporte no tiene la culpa?
Mientras a los acusados se los define como los rugbiers, también están quienes rechazan esta identificación. Desde esta mirada, el rugby no tendría la culpa de lo realizado por quienes lo practican. Una vez más, la práctica de un deporte no determina comportamientos, pero tampoco es totalmente ajeno.
Los deportes no son solamente un juego. Se desarrollan en determinados ámbitos, y generan discursos y prácticas que van más allá del juego. Así como el fútbol promueve determinados discursos, el rugby también. En nuestro país es un deporte que se practica -fundamentalmente- en los sectores de clases medias-altas, desde donde se construye una mirada y valoración clasista, racista, xenófoba. Al mismo tiempo que la lógica de débiles y fuertes, vencedores y perdedores, se despliega con más fuerza, al poner todo su cuerpo en acción.
Hay cierta distinción entre quienes juegan este deporte. Sería, desde esta mirada, un deporte de caballeros, que promueve un nosotros (blanco, civilizado y heterosexual) y un ellos, los negros. Es en este contexto que sucede el ataque a Fernando, en el cruce en el que la violencia habilitada por cierta idea de masculinidad se ejerce frente a un otro, inferior en la jerarquía social. Tanto los comentarios durante la agresión como los chats que circularon luego dan cuenta de esto.
Que se haga justicia ¿Y después?
El juicio comenzó y lo que se espera es que se haga justicia. Desde Grow- género y trabajo acompañamos esa demanda, pero conscientes de que una condena, por más ejemplar que sea, no es suficiente para resolver nada de lo que hizo posible el crimen. Menos cuando esas condenas son cumplidas en instituciones que lejos están de buscar erradicar esa violencia. Como así también, merece reflexión aparte el rol que cumplen muchas instituciones en donde los varones se relacionan entre sí e incorporan mensajes o despliegan sus conductas, como la escuela, el club, y hasta el propio boliche.
Creemos que la centralidad que este hecho está teniendo en la agenda pública, debería servir para promover una reflexión crítica y activa sobre las masculinidades y los lugares que le asignamos a los varones en la sociedad. En ese sentido, habilitamos algunas preguntas ¿Qué tenemos que ver con la violencia? ¿Qué mensajes reproducimos? ¿Cómo nos posicionamos frente a una situación de violencia: la ejercemos, la miramos o la alentamos? ¿A quiénes consideramos otros y cómo los valoramos?
Transformar nuestras formas de relacionarnos, nuestras prácticas, repensar y revisar nuestras formas de constituirnos como sujetos sociales, es un primer paso en la búsqueda de los cambios necesarios que lleven hacia una sociedad más justa y libre de violencias.