Por Javier Elena
Es un lugar común el pensar que la sociedad no es la misma que hace décadas atrás, que todas las personas tenemos los mismos derechos, y que las mujeres ya están incorporadas al mercado laboral en igualdad de condiciones.
Esto es cierto solo parcialmente: más allá de las transformaciones experimentadas en el último tiempo, hoy todavía persisten inequidades, obstáculos, violencias por motivos de género, que hacen imprescindible volver sobre la pregunta ¿por qué insistimos en hablar de género y trabajo?
Los estereotipos siguen operando con fuerza en nuestra sociedad, asignando tareas, roles y expectativas según el género de las personas. Esto produce que las mujeres se inserten en sectores vinculados al cuidado, como puede ser el trabajo doméstico, salud y educación. Sectores de los menos dinámicos de la economía y con salarios más bajos.
Esos mismos estereotipos son los que hacen que siga persistiendo una desigual distribución de las tareas domésticas y de cuidado. Limpieza del hogar, alimentación, organización de tareas y rutinas, cuidado de personas en caso de enfermedad o necesidades particulares: hoy siguen siendo las mujeres las mayores responsables. Y el tiempo dedicado a estas tareas es tiempo que no se le puede dedicar al trabajo remunerado. Así, muchas mujeres trabajan a tiempo parcial para conciliar el trabajo con las tareas de cuidado, o son quienes interrumpen o abandonan sus empleos al momento de ser madres. Estas situaciones atentan contra su autonomía económica, y las ubican en una situación de desventaja.
Esto es evidente cuando observamos quiénes ocupan los puestos de liderazgo en cualquier ámbito: son contadas las mujeres que acceden a estos lugares. O cuando analizamos la brecha salarial: en promedio, las mujeres siempre ganan menos que los hombres.
Y si las mujeres enfrentan estas situaciones, para la comunidad LGBTIQ+ los obstáculos son mucho mayores. Aunque de a poco nuestras sociedades comienzan a reconocer los derechos de las personas del colectivo -en algunos casos con leyes y normativas que buscan garantizarlos- en el plano laboral las deudas son enormes. La orientación sexual sigue siendo un motivo de discriminación en muchas organizaciones. La falta de oportunidades y las violencias son moneda corriente para las personas trans o no binarias: el acceso a un trabajo formal, de calidad, es inalcanzable para la mayoría de ellas.
El panorama a futuro presenta algunos desafíos concretos. El vertiginoso avance de la tecnología indica que los trabajos vinculados a esta industria serán cada vez más importantes ¿Y qué lugar ocupan las mujeres en estos espacios? Minoritarios. Las áreas STEM, las relacionadas a la informática y a la programación, están ocupadas mayormente por hombres. Si no queremos profundizar las desigualdades existentes, necesitamos que más mujeres se sumen.
En Grow-género y trabajo desde hace 13 años trabajamos sobre la relación entre el mundo laboral y el género. Acompañamos a las organizaciones en sus procesos de transformación, mediante talleres de formación, diseño de políticas, asesoramiento, promoviendo campañas de comunicación, entre otras acciones.
En estos años fuimos testigos de avances importantes, pero somos conscientes de que queda mucho por hacer, y que hay que defender lo conquistado, ya que siempre pueden producirse retrocesos.
Por todo esto insistimos en hablar de género y trabajo.