El peso del cuidado en contexto de coronavirus
La cuarentena obligatoria desdibujó los límites entre el universo laboral y el personal.
*Georgina Sticco
Publicada originalmente en Ámbito Financiero el 29 de Marzo del 2020.
Si hay algo innegable es que el aislamiento social obligatorio como medida para detener la ola de contagios del coronavirus, ha desdibujado los límites entre lo que es trabajo y lo que es personal, y por ende, ha puesto en jaque la conciliación, el equilibrio de la vida personal y laboral.
Hablar de esta conciliación en este nuevo contexto nos obliga a preguntarnos quién cuida y a qué costo. Si en una jornada promedio antes de esta pandemia, las mujeres dedicamos 6h por días a tareas domésticas y de cuidado contra 3h de los varones, las obligaciones que se sumaron con el coronavirus deben haber disparado esta diferencia. Además de las tareas habituales se suma desinfectar los hogares, limpiar alimentos, acompañar las tareas de las/os hijas/os en edad escolar, dedicar tiempo de juegos, chequear a los familiares, organizar las comidas y planear al detalle las salidas al supermercado para reducir al máximo la probabilidad de contagio. Y trabajar.
Si no se toma en cuenta el hecho de que en Argentina el 83,4% de las mujeres que son madres realizan tareas de cuidado en el hogar mientras que solo el 12,9% de quienes son padres lo hacen (ENES, 2015), es muy probable que las decisiones que se tomen desde el Estado y los/as empleadores/as intensifiquen las desigualdades ya existentes.
El Estado tiene la responsabilidad de generar medidas claras sobre cómo se abordará el cuidado en este contexto. Si se espera que chicos y chicas estén en sus casas, hay que preguntarse qué hacen quienes los cuidan y cuanto tiempo necesitan para hacerlo.
Asumir que en todos los hogares hay una persona adulta que puede asumir este cuidado es no observar el tema en detenimiento y con la complejidad que requiere. Las licencias de cuidado tiene que estar vigentes y ser, sin duda, remuneradas su totalidad.
También hay que considerar qué sucede con aquellas personas que brindan servicios esenciales. Ellas/os también cuidan, pero si no están en sus hogares ¿quién se encarga de sus hijos/as? En otros países, por ejemplo Suiza, las escuelas están abiertas para que asistan las hijas/os de las personas que no pueden hacer el aislamiento. Se generan turnos reducidos, de pocos chicos/as y organizados.
Por otra parte los/as empleadores/as no deberían esperar que en este contexto sus empleadas/os trabajen al mismo nivel que en un contexto no-coronavirus, porque además de todas las tareas que se suman estando en el hogar, también se suma la angustia que esta situación genera. Pero sobre todo, deberían acompañar a sus empleadas mujeres, que en general tienen una carga más pesada que sus compañeros varones. Incluso deberían prestar especial atención a empleadas/os que son jefas/es de hogares monoparentales, donde mayor apoyo y contención es necesario.
Los sindicatos deberían velar por esta agenda, para asegurar que de manera articulada se asegure que el derecho a cuidar sea abordado de manera integral.
Y finalmente está la distribución de las tareas dentro de los hogares. Cada pareja debería plantearse cómo, en este contexto, se distribuyen las tareas, asegurando una distribución lo más equitativa posible de todas las tareas