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Por decisión de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), se fijó el 29 de octubre como el Día Internacional de los Cuidados y el Apoyo, con motivo de visibilizar la carga que recae principalmente sobre las mujeres y LGBTI+ y dificulta su pleno acceso a derechos. Como muchas efemérides, tienen como fin discutir la importancia de los cuidados en la sociedad y en nuestras economías.
Quería empezar el principio, ¿qué significa cuidar?
Cuidar es el conjunto de actividades indispensables para satisfacer las necesidades básicas para la existencia y el mantenimiento cotidiano de las personas. Se puede decir que tiene dos grandes dimensiones, una física como limpiar, vestir, alimentar, hacerlas compras, descansar, etc, y otra más simbólica que busca contener, dar apoyo emocional a quienes lo necesitan y a nosotros mismos.
¿Cuidar, conviene?
En primer lugar, la gran mayoría de quienes cuidan lo hacen en nombre del amor, de la familia, y por ello, no cobran dinero. Se trata de abuelas, hijas y madres que se dedican a dar este apoyo como parte de su rol familiar. El hecho de que quienes cuiden sean sobre todo mujeres tiene que ver con un mandato de género que asocia lo femenino a la maternidad, que las asume más personas simpáticas, cariñosas, detallistas y serviciales. Sin entrar en esa discusión, el punto que quiero traer es que cuidar es una actividad que tiene satisfacciones, pero empobrece.
Quienes cuidan tienen menor y peor acceso al mercado de trabajo. En promedio, las mujeres argentinas cuidan 6 horas diarias, tiempo que no pueden dedicar a actividades que les generen ingresos. Por ello, las mujeres buscan concentrarse en empleos de dedicación parcial, más informales y peor remunerados. Solo en la economía informal (asalariados no registrados), la brecha entre mujeres y hombres es de 33 puntos porcentuales, los hombres cuentan con un ingreso promedio de 225.056 y las mujeres de 151.837.
Un dato interesante, ¿ustedes saben que la tasa de actividad de los hombres aumenta a medida que tienen más hijos? ¿Y saben que la de las mujeres disminuye drásticamente? Esto básicamente implica que tener hijos para los hombres genera mayor presión y necesidad de trabajar, pero también mayor acceso al trabajo. Para ellas significa más dedicación al cuidado y menores ingresos. Otro dato complementario: la tasa de actividad de los hombres con 3 hijos es de 96,3% y la de las mujeres es de 63,7%, es decir, casi todos los hombres de ese grupo trabajan versus un poco más de la mitad de las mujeres.
Saliendo de las lógicas familiares, quienes trabajan del cuidado tampoco están bien remunerados. Niñeras, personal de casas particulares, enfermeras y acompañantes terapéuticos se concentran en sectores de bajos ingresos, con un alto grado de informalidad e inseguridad laboral.
¿Cuáles son los servicios y políticas de apoyo al cuidado?
Argentina se caracteriza por un robusto sistema de salud y de educación, pero no así de cuidados. Tiene grandes deudas en infraestructura (guarderías, jardines, centros de día, residencias para adultos mayores, transportes accesibles) que se van agudizando mientras uno se aleja de las grandes ciudades. La noción de que cuidar y ser cuidado es un derecho está lejos de hacerse realidad, dejándolo librado a la capacidad de pago de cada familia.
La falta de políticas que apoyen el cuidado, como jornadas reducidas, días de licencias para cuidar, espacios de trabajo que apoyen el cuidado, protección social para quienes trabajen en esas actividades, es otro aspecto fundamental del problema.
Tener políticas de cuidado que apunten a una mejor distribución del cuidado es fundamental. En ese sentido, la ley de contrato de trabajo en Argentina brinda 2 días de licencia de paternidad a los hombres (de las más bajas en toda la región), sosteniendo el tradicional mensaje que el cuidado de las infancias es para las mujeres y el mundo productivo para los varones.
El futuro es cuidar, pero, ¿a quiénes?
Argentina, como todos los países del mundo, tiene una tasa de fecundidad descendente. Para brindar una comparación histórica, en 1870 las parejas tenían en promedio 6.8 hijos; en 1947 tenían 3.2 y en la actualidad 1.4 hijos. Para poder reemplazar a una población, se estima que se deben tener 2.1 hijos por pareja. Esto quiere decir que no estamos reemplazando a la población, sino que se está reduciendo.
La caída de la natalidad junto con vidas más prolongadas implica que nuestro futuro es el de una sociedad envejecida, con una población productiva más chica que la dependiente e incapaz de sostener al sistema de pensiones.
Otra realidad, es que el futuro cercano va a requerir en gran medida de cuidados, no tanto de infancias sino de personas mayores. Los países que mejor se adapten a esta necesidad, que ofrezcan servicios profesionales de cuidado, de calidad y bien remunerados podrán tener una industria clave y muy necesaria para mejorar nuestras vidas.
En la actualidad, si se la cuantifica y monetiza como industria, ya representa el 16% del P
BI del país, lo que sin dudas representa una promesa si se toma la decisión política y económica de ir en ese camino.
¿Qué se necesita?
Un sistema integral de cuidados que garantice el derecho a cuidar y a ser cuidado de las personas. Brindar mejores servicios, pero bajo el concepto del cuidado a lo largo de la vida, es decir las infancias, las personas con discapacidad y sobre todo de las personas mayores. Valorar estos trabajos de forma de garantizar que sean de calidad y bien remunerados. Trabajar para que el sector privado siga generando políticas robustas de cuidado para garantizar que todas las personas puedan cuidar a la par sin miedo a perder el empleo u oportunidades de crecimiento.
Se necesita una profunda articulación público-privada donde se coloque esta agenda en el centro y se le vea el potencial en términos de industria, de motor de desarrollo y de derechos.